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Me dió el impulso de escribir y publicar esta entrada, aunque había pensado mil cosas diferentes antes más para publicar, pero esto es más importante para mí ahora, que cualquier otro asunto.
También porque la memoria, es frágil y el tiempo demasiado cruel y si no lo escribo, tengo miedo de olvidarlo luego...
Como una olvida, otros tantos momentos importantes, de esta vida terrenal.
Hace unos años, a principios aproximadamente del 2000, llegó a mi familia y a mí, un pequeño ser peludo y tembloroso, un cachorro canino , sin raza definida. Era Lucas, que una señora amiga de mi madre, le regaló.
Luego en el año 2006, muere mi madre tragicamente, tanto así, que ni detalles voy a contar...
Y desde ahí, Lucas fue un fiel y silencioso compañero, de interminables penas y momentos de abandono, más que de alegrías...
vivió más o menos unos 12 o 13 años, hasta este Miércoles 22 de Mayo del 2013, cuando un chofér de micro, lo atropelló.
Yo aquí en Buenos Aires, Argentina y Lucas, en una pequeña comuna llamada Padre Hurtado, en la capital de Santiago de Chile. Mi hermano me dió la penosa noticia por Facebook.
Y con Lucas, se van un montón de recuerdos, fotografías como si fueran de esas antiguas, en blanco y negro, en donde estuvo conmigo en los instantes más duros de mi vida.
Es decir cuando falleció mi madre su verdadera dueña; al año me quedé ciega total; la pobreza material y espiritual que abundaban en mi casa materna y de siempre antes de marcharme de ahí, para abrirme camino, encontrar mi propio lugar...
También porque la memoria, es frágil y el tiempo demasiado cruel y si no lo escribo, tengo miedo de olvidarlo luego...
Como una olvida, otros tantos momentos importantes, de esta vida terrenal.
Hace unos años, a principios aproximadamente del 2000, llegó a mi familia y a mí, un pequeño ser peludo y tembloroso, un cachorro canino , sin raza definida. Era Lucas, que una señora amiga de mi madre, le regaló.
Luego en el año 2006, muere mi madre tragicamente, tanto así, que ni detalles voy a contar...
Y desde ahí, Lucas fue un fiel y silencioso compañero, de interminables penas y momentos de abandono, más que de alegrías...
vivió más o menos unos 12 o 13 años, hasta este Miércoles 22 de Mayo del 2013, cuando un chofér de micro, lo atropelló.
Yo aquí en Buenos Aires, Argentina y Lucas, en una pequeña comuna llamada Padre Hurtado, en la capital de Santiago de Chile. Mi hermano me dió la penosa noticia por Facebook.
Y con Lucas, se van un montón de recuerdos, fotografías como si fueran de esas antiguas, en blanco y negro, en donde estuvo conmigo en los instantes más duros de mi vida.
Es decir cuando falleció mi madre su verdadera dueña; al año me quedé ciega total; la pobreza material y espiritual que abundaban en mi casa materna y de siempre antes de marcharme de ahí, para abrirme camino, encontrar mi propio lugar...
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A Lucas lo habían atropellado ya unas cuantas veces antes, pero siempre resistió no sé cómo, pero repito, resistía. Esta vez no, NO resistió, supongo porque estaba mucho más viejo el gran luchador.
Cuando era más joven, intentábamos retenerlo tranquilo en casa por su propia seguridad y como correspondía para que estuviera cómodo en su propio hogar, pero no hubo, había caso, siempre quería andar libre, corriendo como loco, persiguiendo autos, bicicletas y niños jugando. Solo los seguía, nunca mordía, agitando lengua y cola.
Algunas veces, mi familia se aburría y lo ataba pero yo, sufría tanto sentirlo y oírlo gemir de su encierro y atadura, como pidiendo auxilio y libertad que en cualquier descuido, yo iba y lo desataba y salía corriendo feliz nuevamente a las calles de su barrio de toda la vida.
Yo que también a pesar de mi ceguera, siempre iba y andaba por todos lados, o al menos eso intentaba, salía de casa para tomar una micro a cualquier sector de la ciudad y ahí iba Lucas... detrás mío, corriendo para acompañarme hasta el paradero de micros, no si causar gran alboroto con sus ladridos y entusiasmando a otros compañeros del barrio, a unirse a su barullo y algarabía.
El asunto era que finalmente, mis salidas gracias al escándalo provocado por Lucas, nunca pasaban desapercibidas... Y siempre, todos se enteraban que ahí iba yo, con mi bastón.
Después a la vuelta de mis trámites, compras, paseos, o lo que fuera, era algo similar, pero ya un poco más calmado.
No sé como él tenía ojos biónicos o qué, que al bajarme del micro, en la entrada del pasaje donde vivía, unas 2 cuadras más menos, sin terminar yo de cruzar la calle para ir hacia casa, él otra vez venía corriendo para recibirme. Tirándose encima mío, con lengüetazos y alegre revoloteo, de su cola a toda velocidad.
Y a al caminar iba alrededor mío ladrando y como bailando en círculo mientras avanzaba conmigo.
Cosa qué, nuevamente todo el barrio se enteraba que yo venía de vuelta.
También me fuí dando cuenta que, cuando yo estaba en casa, y andaba con animo normal o medio alegre, generalmente él ni aparecía, pero cuando yo andaba con el ánimo por el suelo... Realmente triste o abatida, como adivinando, u olfateando aquello, se acercaba silenciosamente a mí, muy lentito poniendo su cabeza para que yo, lo acariciara. Sabiendo al parecer, que yo no veía, se acomodaba para que yo lo tocara bien.
Otras veces cuando en las frías mañanas me levantaba al baño, generalmente lo encontraba a la vuelta, a él muy acomodado en mi cama, con su cabeza apoyada en mi almohada, como si fuera un pequeño ser humano peludo durmiendo...
Me daba pena bajarlo, pero teníaque hacerlo, lo hacía suavemente y buscaba mantas, para hacerle alguna especie de cama en el suelo. Como siempre andaba por todos lados, embarrándose, sucio, etc, no convenía tenerlo allí y menos bañarlo en pleno invierno, para que no se enfermara.
Y así, podría contar otras anécdotas de la vida de Lucas, un amigo anónimo cualquiera...
Un perro cualquiera, quiltro como se les dice en Chile, a los que son de razas mezcladas y no de raza pura.
Como de cualquier otra casa, otro barrio, otra persona...
Pero no, era "mi perro, Mi Lucas".
También de mi hermano Jean; de mi fallecida madre; de los niños que jugaban en el pasaje de afuera...
Y se ha ido.
Con su partida, siento que se cierra una etapa dura de mi vida, pero también linda por su cariño brindado desinteresadamente.
Tal vez por un plato de comida y abrigo, tal vez los perros ni sientan. Pero igual y no lo creo así, cada ser tiene un por qué, en esta existencia pienso yo... Y él tuvo su propósito... Hacer feliz a los demás.
¡Adiós Lucas! espero con este escrito, preservar tu memoria y dar testimonio de tu anónima vida y entrega.
Cuando era más joven, intentábamos retenerlo tranquilo en casa por su propia seguridad y como correspondía para que estuviera cómodo en su propio hogar, pero no hubo, había caso, siempre quería andar libre, corriendo como loco, persiguiendo autos, bicicletas y niños jugando. Solo los seguía, nunca mordía, agitando lengua y cola.
Algunas veces, mi familia se aburría y lo ataba pero yo, sufría tanto sentirlo y oírlo gemir de su encierro y atadura, como pidiendo auxilio y libertad que en cualquier descuido, yo iba y lo desataba y salía corriendo feliz nuevamente a las calles de su barrio de toda la vida.
Yo que también a pesar de mi ceguera, siempre iba y andaba por todos lados, o al menos eso intentaba, salía de casa para tomar una micro a cualquier sector de la ciudad y ahí iba Lucas... detrás mío, corriendo para acompañarme hasta el paradero de micros, no si causar gran alboroto con sus ladridos y entusiasmando a otros compañeros del barrio, a unirse a su barullo y algarabía.
El asunto era que finalmente, mis salidas gracias al escándalo provocado por Lucas, nunca pasaban desapercibidas... Y siempre, todos se enteraban que ahí iba yo, con mi bastón.
Después a la vuelta de mis trámites, compras, paseos, o lo que fuera, era algo similar, pero ya un poco más calmado.
No sé como él tenía ojos biónicos o qué, que al bajarme del micro, en la entrada del pasaje donde vivía, unas 2 cuadras más menos, sin terminar yo de cruzar la calle para ir hacia casa, él otra vez venía corriendo para recibirme. Tirándose encima mío, con lengüetazos y alegre revoloteo, de su cola a toda velocidad.
Y a al caminar iba alrededor mío ladrando y como bailando en círculo mientras avanzaba conmigo.
Cosa qué, nuevamente todo el barrio se enteraba que yo venía de vuelta.
También me fuí dando cuenta que, cuando yo estaba en casa, y andaba con animo normal o medio alegre, generalmente él ni aparecía, pero cuando yo andaba con el ánimo por el suelo... Realmente triste o abatida, como adivinando, u olfateando aquello, se acercaba silenciosamente a mí, muy lentito poniendo su cabeza para que yo, lo acariciara. Sabiendo al parecer, que yo no veía, se acomodaba para que yo lo tocara bien.
Otras veces cuando en las frías mañanas me levantaba al baño, generalmente lo encontraba a la vuelta, a él muy acomodado en mi cama, con su cabeza apoyada en mi almohada, como si fuera un pequeño ser humano peludo durmiendo...
Me daba pena bajarlo, pero teníaque hacerlo, lo hacía suavemente y buscaba mantas, para hacerle alguna especie de cama en el suelo. Como siempre andaba por todos lados, embarrándose, sucio, etc, no convenía tenerlo allí y menos bañarlo en pleno invierno, para que no se enfermara.
Y así, podría contar otras anécdotas de la vida de Lucas, un amigo anónimo cualquiera...
Un perro cualquiera, quiltro como se les dice en Chile, a los que son de razas mezcladas y no de raza pura.
Como de cualquier otra casa, otro barrio, otra persona...
Pero no, era "mi perro, Mi Lucas".
También de mi hermano Jean; de mi fallecida madre; de los niños que jugaban en el pasaje de afuera...
Y se ha ido.
Con su partida, siento que se cierra una etapa dura de mi vida, pero también linda por su cariño brindado desinteresadamente.
Tal vez por un plato de comida y abrigo, tal vez los perros ni sientan. Pero igual y no lo creo así, cada ser tiene un por qué, en esta existencia pienso yo... Y él tuvo su propósito... Hacer feliz a los demás.
¡Adiós Lucas! espero con este escrito, preservar tu memoria y dar testimonio de tu anónima vida y entrega.
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